Esperaba con curiosidad el estreno de la zarzuela Vigilantes y ladrones, obra de dos amigos, el músico Tomás Marco y el escritor Álvaro del Amo, que sabe bastante de música porque, entre otros géneros, practica el de la crítica.
Me encuentro que el estreno y las varias funciones previstas se han suspendido por la huelga del personal del teatro, llamado justamente de la Zarzuela. Tenía cierta expectativa por la recuperación de un tipo de obra a medias lírica y hablada que parecía ya perimido, en especial porque Marco es un autor siempre de vanguardia, aunque la vanguardia de su juventud ya se encuentre institucionalizada. Él es buen ejemplo, ya que integra la Academia de Bellas Artes.
La causa de la huelga, según sus organizadores, es el proyecto de privatizar la Zarzuela, actualmente parte del INAEM (Instituto Nacional de Artes Escénicas y Musicales) y pasarlo al Teatro Real, que es una fundación. Parte de ella es el Estado, quien la controla como a todas las fundaciones, pero en sí misma no es una oficina pública. Los actuales empleados de la Zarzuela son en parte funcionarios (unos pocos) y contratados laborales que se rigen por un convenio colectivo específico.
La noticia se refiere sólo a un proyecto que remite a los años noventa, cuando se rehabilitó el Real como teatro de ópera. Ya entonces se pensaba en un estatuto común a ambas salas, cosa que nunca se hizo. ¿Porque no convenía, porque no se sabía cómo hacerlo, porque sí se sabía pero resultaba demasiado complicado de realizar, porque los vaivenes ministeriales, entre que había/no había Ministerio de Cultura, lo cubrieron de polvo archivero?
Los directivos del Real han intentado explicar la situación, negando que se trate de una privatización. Dicen que la Zarzuela seguirá teniendo sus empleados con el mismo régimen, que conservará su autonomía de gestión y que podrá colaborar, como ahora, con el Real. Es decir que todo seguirá como hasta el día de ayer, salvo la pegatina de la entrada y los papeles institucionales.
La explicación es pulcra y benévola pero si todo seguirá igual ¿para qué la transferencia? ¿Acaso apenas por razones de familia porque se trata de teatros hermanos o, quizá, meros primos? Convendría una aclaración más minuciosa, como ser el estatuto funcional de la “nueva” Zarzuela, y saber si se trata de una ley o un mero decreto ministerial, uno de esos que, por el tamaño de sus efectos, se suele conocer como decretazo. Pero quien debiera decirlo es el ministro del ramo que, estrictamente, no existe porque no hay Ministerio de Cultura sino una secretaría de Estado. Puede ser que la cosa sea un globo sonda, para tantear a la opinión pública. O un enigma, del que se conocerá la solución en el episodio de la próxima semana o del próximo mes. O un ejercicio de letra pequeña, de momento escrito con tinta simpática, de esas que se revelan con un diluido especial. Mientras tanto, nos hemos quedado sin Tomás, sin Álvaro, sin vigilantes y sin ladrones. En la escena, quiero decir porque sueltos abundan.
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